Testimonios
espero quedarme el tiempo que necesite
Rodrigo, 14 años
“Mi vida en la Fundación empezó cuando entré a vivir en el hogar de Nador, en el centro de Madrid, con mis dos hermanas, Andrea y Adriana. Allí jugaba, iba a la guardería… no me faltaba de nada. Dos o tres años después me tuve que mudar a un hogar en Pozuelo de Alarcón, donde había cinco niños nuevos. Con el que mejor me llevaba era con Isaac. Dormíamos en la misma habitación, jugaba al fútbol con él e íbamos al mismo colegio.
Las educadoras eran dos monjas, Ana María y Ana Belén, y con ellas estuvimos dos o tres años. Después llegaron Rober y Cris, que además venían con sus hijas Estrella y Mikaela, e hicimos un montón de cosas con ellos. Rober de vez en cuando traía películas que veíamos durante la cena y con Cris hacíamos tartas para los cumpleaños y empanadas de jamón y queso.
En Húmera hice la catequesis. Allí celebré mi primera comunión y vino mucha gente. También tuve ocasión de conocer a muchos voluntarios que nos llevaban a sitios estupendos y que nos ayudaban en los deberes del cole, nos aclaraban las dudas que podíamos tener y nos llevaban a sus casas para que conociéramos a sus familias. Me acuerdo de Begoña, con la que me llevaba fenomenal, de Luisa, de Beltrán… Gracias a ellos pudimos ir al zoo o al hipódromo y hacer muchas cosas que se salían de nuestra vida normal. El día de mi primera comunión monté ¡en un coche deportivo!
En vacaciones, íbamos con Rober y Cris a Galicia, porque eran gallegos. Una vez fuimos a Verín, en Ourense, a una casa con piscina, y antes de ir me enteré de que mamá estaba en la cárcel, y eso me entristeció mucho. Después de Verín nos mudamos otra vez al hogar de Nador y fui al colegio Claret.
En Navidad también íbamos de vacaciones a Galicia. Me acuerdo que una vez fuimos a Sanxenxo, y me atropelló un coche por no mirar, y otro año estuvimos en Gondomar. Me acuerdo muy bien porque ese año me regalaron un teléfono móvil. En las últimas Navidades, las de 2017, nos quedamos en Madrid porque tenía que estudiar. Seguro que vale la pena, porque espero aprobar el curso.
Y de momento sigo aquí en la Fundación, y pienso quedarme el tiempo que necesite. Espero escribir la segunda parte de esta historia, que la habrá”.
en ese momento yo ya sabía que quería estar en la fundación
Andrea, 17 años
“Mi vida ha estado siempre llena de cambios. La primera vez que entré en un hogar de la Fundación Alicia Koplowitz fue en 2004. Los educadores se llamaban Ana y Sasa. Mientras tanto, mi madre y mi padre venían a visitarnos de vez en cuando y nos llevaban al parque. En 2008 conocimos a los que llamo mis padrinos. Mi hermana y yo nos fuimos un mes a Málaga con ellos y fue la primera vez que pasamos un buen verano. Desde ese momento nos vemos por lo menos una vez al mes. Ese mismo año nos cambiamos de hogar a otro donde había cinco niños más. Era la primera vez que vivía con tantos niños.
En un momento dado, mi madre desapareció del mapa, mi padre se fue a Bolivia y perdimos todo tipo de contacto con mi familia. Fue como si se hubiesen olvidado completamente de nosotros. Pero no me importó mucho. En 2010 vinieron al hogar como educadores Rober y Cris con sus hijas Mikaela y Estrella. Fue un gran cambio ya que nos trataban a todos por igual. Poco después mi madre apareció de nuevo. Había tenido otra hija (Fabiana se llamaba) y Rober nos llevó a Valencia para poder verlas. Pero en ese momento yo ya sabía que quería estar en la Fundación.
Pasaron unos meses y mi mamá volvió a Madrid y empezamos a vernos más a menudo. Lo raro era que cada vez que nos veíamos se gastaba unos 400 euros, y teniendo en cuenta que no tenía trabajo yo empecé a sospechar de la forma en la que conseguía tanto dinero.
En septiembre de 2012 mi abuela murió. Su muerte significó un cambio en mi familia ya que era la única que la mantenía unida. El verano siguiente nació Lucía, mi hermana pequeña, y yo pensé que todo empezaba a ir bien para mi madre, pero a finales de 2014 Paz, la psicóloga de la Fundación, nos dijo que nuestra madre estaba en la cárcel por tráfico de drogas.
En 2015 nos volvimos a cambiar de hogar. Eso supuso un cambio de colegio lo que hizo que conociese a mis amigos de ahora. Ya llevamos casi tres años en este hogar y he mejorado muchísimo mi relación con mi madre, he terminado la ESO y estoy acabando Bachillerato. El año que viene empezaré en la Universidad para estudiar ingeniería mecánica”
"¿cómo se distingue lo malo de lo bueno?"
Nerea, 11 años
Reflexión de Nerea (11 años).
Le preguntó Sofía a su madre. Mira, es muy fácil, sólo tienes que hacer una pregunta: ¿mamá haría esto? Y si lo hiciera, pues es que está bien, si no, seguramnete no está bien, y si tienes dudas me lo preguntas. ¿Vale mi amor? Dijo la madre acariciando a su hija. Vale mamá. Esta escena fue presenciada por Gabriela, que estaba invitada a cenar en casa de Sofía.
Gabriela pensaba que sería para siempre amiga de Sofía, porque a ella siempre le faltaba el consejo cariñoso de su madre.
Su madre se marchó por le mundo cuando aún era muy pequeña, y todos los días añoraba su presencia. Todo lo que decía la madre de Sofía, ella se lo tomaba como si fuesen palabras de su propia madre.